Tareas domésticas

La sesión había acabado. El sumiso ya se había vestido y el Ama le acompañaba a la puerta de la calle. El Ama aprovechó que llevaba unas cosas que había que tirar, un condón usado, unos pañuelos sucios, y abrió la puerta de la cocina, que estaba justo antes de la salida para echarlo al cubo de la basura.

El sumiso se quedó sorprendido, sobre todo porque llevaba mucho tiempo en la mazmorra del Ama, en penumbra, con luz tenue, con velas, y la luz del día que entraba por la ventana le dejó un poco cegado. La mazmorra no dejaba de ser una habitación más de un piso normal, pero con las ventanas tapadas, y decorada con utensilios sadomasoquistas, hacía que Ama y sumiso se sintieran en su cueva, aislados del mundo.

- Las Amas también tenemos cocina, y dormitorio, y un baño donde hacer pis. - le dijo el Ama viendo su cara de sorpresa-.
- Ya, Ama. Ha sido la luz.
- Y también tenemos que fregar, y hacer la comida... Ojalá los sumisos además de dar masajes en los pies, se ofrecieran para hacer estas tareas cotidianas, son menos excitantes para vosotros, pero muy útiles para nosotras, nos descargaríais de tareas que son aburridas.
- Si usted lo desea Ama.
- No hombre, lo decía de broma.

- Que no Ama, insisto, a mi no me importaría lavarle los cacharros, o limpiarle la cocina, o plancharle, lo que usted me pida, siempre que yo sepa hacerlo. Hay cosas que sí sé hacer, pero otras no.
- ¿De verdad? ¿Te gustaría? Pues la próxima vez que vengas te tendré una sorpresa.

Y así fue, el siguiente día que sumiso y Ama quedaron, el Ama hizo pasar al sumiso a la cocina en lugar de a la mazmorra.

- ¿Has traído lo que te dije ayer?
- Si Ama.

Y bajándose los pantalones le mostró el tanga negro que ella quería que llevara y se subió la camiseta y le mostró el sujetador a juego.

- Muy bien, pues desnúdate y ponte a recoger la cocina, hoy he estado comiendo, y no me apetecía recoger nada.

Efectivamente, el día anterior la cocina estaba totalmente en orden, pero hoy había mucho trabajo que hacer. Llevó todos los platos de la mesa al lavabo. Lo lavó con cuidado, platos, vasos, cazuelas. Luego barrió y fregó la cocina. Y cuando había acabado vino de nuevo el Ama con un cesto con braguitas y sujetadores suyos.


- Este es mi premio, un fetichista como tú estará muy feliz de poder lavar a mano las braguitas y los tangas de toda una semana de su Ama, los he estado guardando para ti, cielo.

- Gracias Ama, es verdad, para mi es un placer poder lavar todas estas prendas delicadas y que han estado en contacto con su tesoro, Muchas gracias, de verdad.
- Me ha gustado como me has dejado la cocina, creo que vamos a tener que ver qué otras habilidades domésticas tienes. En un rato vengo otra vez, y pasas a la mazmorra, que porque me hayas dejado así de limpia la cocina y las braguitas no te vas a librar de que te dé unos azotitos, como siempre.

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