Cambios de opinión.

Estaba el Ama con sumiso en una intensa y apasionada sesión.

Después de haberle azotado el culo un rato, le pidió a su sumiso que se quedara de pie en medio de la sala.

Ella empezó a moverse alrededor suyo. Él no se movía, sabía que su Ama deseaba que él sólo hiciera lo que ella le ordenase, y que si ella no decía nada, él no podía tener la iniciativa de hacer ni el más pequeño movimiento. Y sus ojos miraban hacia el suelo, él no se atrevía a mirar directamente a los ojos del Ama, a no se que ella le levantase la cabeza. Era difícil para el sumiso aguantar, porque su Ama era bellísima, y le hubiera poder mirarla más cuando pasaba a su lado, pero sabía que si hacia eso, ella se enfadaría, y él no deseaba eso, solo quería que su Ama se sintiera orgullosa de él.

- Tócame el culo -le dijo su Ama.

Le extrañó la petición, nunca antes se lo había pedido, Dudó, Ella se dio cuenta y le cogió la mano al sumiso y se la levó al trasero.

El sumiso estaba encantado, disfrutaba mucho. Así le dejó el Ama unos minutos. El sumiso veía que su Ama  reía, que no mostraba incómoda, y él siguió, hasta que de repente ella le dio un bofetón.    

- ¿Qué pasa? ¿por qué me tocas el culo?
- Perdón Ama, usted me lo pidió.

Zas, otro bofetón.

- Pues no es cierto, yo no quiero que me toques el culo, cerdo.

El sumiso se encontraba totalmente confundido, pero no quiso responder viendo la cara con la que su Ama le miraba.

La sesión continuó. Y al rato el Ama le volvió a pedir al sumiso que le tocara el culo. Él, lógicamente, dudó más que la primera vez, pero el Ama volvió a cogerle la mano, y se la llevó a posarse en su culo. El sumiso tocó con menos intensidad que la primera vez. Ella le animó, él se fue animando, hasta que de nuevo ella le dio otro bofetón.

- ¿Qué pasa?, ¿por qué me tocas el culo?

En esta ocasión el sumiso no dijo nada.

- Así me gusta cielo, esto es un juego, pero quería que aprendieras que puedo ser todo lo caprichosa que quiera contigo y que puedo cambiar de opinión cuando lo desee. Quería que aprendieras a obedecer cada orden que te dé, y que si alguna es contradictoria, que no te quejes, que aceptes humildemente cada decisión mía, aunque quizá seas tú el que lleves la razón. Ese es el camino para que seas cada día un sumiso mejor y más dócil y obediente.

Te aclaro que no estoy loca, que esto lo hago aquí, dentro de la mazmorra, pero que en mi vida soy muy centrada y normal, no soy tan inestable. 

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