Comprar en tienda BDSM

Hacía tiempo que mi Ama Sonia tenía ganas de comprar un aparato que había visto para aplastarme los huevos. Ella me preguntó que qué me parecía, que confiase en ella, que lo usaría con cabeza, sin hacerme más daño del necesario y del soportable, y evidentemente acepté, era su deseo y confiaba en ella, y la adoraba y siempre estaba deseando obedecerla en todo.

Fuimos a una tienda que había visto que se dedicaban a vender aparatos y juguetes de BDSM. Estuvimos echando un vistazo a lo que tenían expuesto, tenían cosas muy interesantes. Mi Ama fue echando un ojo a algunas cosas, seguro que por allí volveríamos más de una vez. Pero no encontraba lo que buscaba.

Por la tienda estaba una chica, en ropa negra, algo de cuero, fetichista, apropiada para el lugar, claro. Y mi Ama le preguntó. La chica enseguida nos llevó a la estantería donde estaba colocado. Abrió la caja y se lo dejó a mi Ama para que lo viera más despacio. 



- ¿Y estas puntas? 
- Son regulables con un destornillador, van a rosca y sirven para poder presionar con más intensidad los testículos del sumiso y poder infringirlo un poco más de dolor. Eso ya depende del Ama y del aguante del sumiso. Lo suyo es empezar poco a poco, si el Ama lo ve, claro.



Yo estaba al lado de mi Ama, pero la dependienta sólo se dirigía a ella. La dependienta sabía que si íbamos buscando algo así, a mi ni me debía consultar, todo debía tratarlo con mi Ama, que era la que decidiría, aunque ese juguete aplastador estaba claro que iba a acabar en mis testículos.

- Se lo están llevado mucho. 
- ¿Duele mucho?
- No le sé decir, yo no tengo como probarlo, entiéndame, no tengo esos atributos masculinos -dijo con sorna la chica-
- Ya, pero de los comentarios que le hayan dado.
- Las Amas cuando han vuelto, están contentas.

De nuevo hacia un comentario ignorando la opinión de los sumisos, como debía ser, claro.

- Me lo voy a llevar. 
- Seguro que le gusta Señora. No sé si querrá alguna cosita más para usar con sumiso. Tenemos un aparato que da descargas eléctricas, de oferta.
- ¿Sí? ¿Lo podría probar?
- Claro, ese si.



Y la dependienta sacó una especie de varita mágica, le puso pilas, la encendió, y se la dio a mi Ama. Estaba claro donde la iba a probar.

- Bájate un poco el pantalón pepa.

Allí en medio de la tienda me lo iba  a aplicar. Me dio una descarga, era intensa. Di un pequeño grito, no le lo esperaba, y di un pequeño salto del dolor.

- Jajajajajajaja, me gusta, me lo llevo también. Creo que vendré por aquí de vez en cuando.



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