Vendedora de braguitas

Ama Silvia se duchó, se puso las braguitas que había llevado el día anterior. Evidentemente ella no solía hacer eso, era una chica muy limpia, siempre se cambiaba de ropa interior, incluso algún día 2 veces en el mismo día si había tenido pérdidas o la regla, o lo que fuera, pero ese día había quedado con un fetichista para vendérselas.

Había conocido al comprador por redes sociales. No había sido fácil convencerlo de que se las comprara. Habían tenido varias conversaciones para quitarle sus miedos. Pero ella sabía que al final caería, se le notaba que era muy fetichista, y ya se encargó ella de excitarle mandándole imágenes.

Ama Silvia hacía esto por dinero, claro está, pero también porque a ella también le excitaba mucho saber lo caliente que se ponían sus seguidores fetichistas viendo y teniendo en su poder sus braguitas o tangas usados. Se los imaginaba en la intimidad de sus dormitorios oliendo sus bragas a la vez que se masturbaban.

También sabía que tenía seguidores que se excitaban pero que estaban en castidad por sus Amas, y que disfrutaban excitados y además frustrados por no tener autorizado desahogarse.

Llegó al Centro Comercial donde había quedado con su fetichista. Había quedado con él en la puerta de los servicios. La ventaja de estas citas era que no necesitaba ponerse salvaslip, porque en el viaje hasta la cita intentaba tener alguna pequeña pérdida para que el fetichista tuviera más fresco y reciente sus aromas. 


Ninguna pareja de desconocidos suele quedar en la puerta de unos baños públicos por lo que enseguida se conocieron. El fetichista le dio el dinero acordado. Ella se levantó con discreción la falda que había elegido para tener más fácil enseñarle puesto en ella lo que a continuación ella se iba a quitar y dar, y para dejarle más caliente aún. La vista del fetichista se fijó en la zona íntima de Ama Silvia, sin perder detalle. Se metió en el servicio de Mujeres y salió enseguida con su braguita roja en la mano, enseñándola sin pudor. Se la pasó por las narices del fetichista y se la entregó.

- Que las disfrutes cielo. Verás que tiene mucho aroma mio, las llevé ayer todo el día puesto, y me masturbé con ellas por la noche, para mojarlas un poquito más. Y ahora me voy sin nada debajo, me has dejado sin bragas, tendré que ir a por otras.

Lo último no era cierto, se había traído otras braguitas blancas de algodón, pero le gustaba dejarles así, calientes. Sabiendo que la mente viaja y fantasea más que la vista. 

PD.: Este relato me ha venido a la imaginación tras ver el blog de LA SRA. DIANA.

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