Una sorpresa para el final

La sesión ya estaba llegando al final. Había sido muy intensa, como todas las sesiones con Ama Silvia. Y ella se había guardado una sorpresa para el final, seguro que el sumiso no se lo esperaba.

El sumiso también la había sorprendido al principio, cuando al desnudarse dejó a la vista un tanguita rosa que se había comprado para la ocasión. Ama Silvia le había pedido que se lo dejara puesto, viendo que al sumiso le excitaba el jugar con la feminización, y con la ropa interior femenina.

Cuando Ama Silvia había tenido varias sesiones con un sumiso, normalmente no quería que el sumiso tuviera ese tipo de iniciativas, porque el sumiso iba allí buscando el placer del Ama, sus fantasías, no las del propio sumiso. Y en esos casos le aplicaba un castigo que le haría controlarse en siguientes ocasiones. Pero en las primeras sesiones con un sumiso ella solía ser más flexible, su objetivo era que el sumiso fuera cogiendo confianza con ella, perdiendo el miedo, que se metiera en la cueva, de la que luego él no querría salir, porque quedaría totalmente dependiente de ella y necesitaría acudir a una sesión con ella cada poco tiempo.

Al final llegaba la masturbación, nunca era igual, y menos aquel día. Ama Silvia le pidió al sumiso que se quedara desnudo como estaba, en medio de la sala, de pie, mientras ella estaba cómoda sentada en un sofá, vestida con un conjuntito negro de braga y sujetador, y a continuación le ordenó que empezara a masturbarse como si estuviera a solas en casa, quería ver como se hacía las pajas en la intimidad. Quería ver algo muy personal, nadie nos suele ver cómo nos hacemos las pajas.


El sumiso empezó a tocarse los pezones con una mano y con la otra se cogió el pene. Si seguía así iba a correrse enseguida, después de lo caliente que estaba con la sesión que habían tenido. El Ama sabía muy bien como funciona el cuerpo masculino en esas situaciones y detectó en seguida que debía empezar a poner en práctica su fantasía de controlar la paja del sumiso.


Le pidió que parara para que le bajara la excitación, que pusiera las manos arriba de la cabeza, no quería que se corriese tan pronto. Incluso le advirtió de que podría ocurrir que ella decidiese que ese día se iba sin orgasmo a casa. Ya había visto como se masturbaba, y ahora empezaba el juego.

Cuando se calmó un poco el sumiso le dijo que podía seguir pero ahora en lugar de tocarse el pene con la derecha lo haría con la mano izquierda. El sumiso no tenía práctica con esa mano, y no alcanzaba el mismo placer que con la derecha. Así no llegaría al orgasmo. Pero esa incomodidad era la que buscaba Ama Silvia, ver la cara de contrariedad del sumiso. Ver como se masturbaba, pero siendo ella la que le controlaba el ritmo. Ella disfrutaba viendo como el sumiso se masturbaba pero no avanzaba en la obtención del orgasmo como con la derecha. En algún momento él intentó cambiar de nuevo a la derecha, lo que fue inmediatamente corregido con un fustazo en las nalgas del sumiso.

Al rato, cuando el sumiso empezaba a coger soltura con la izquierda le pidió que parara de nuevo. Manos arriba. A continuación le permitió de nuevo volver a la derecha, pero pautándole el ritmo de la paja, despacio, rápido, según ella decidía, no según el pacer del sumiso. También empezó a guiarle sobre donde debía incidir más, en la puntita, en la base. El sumiso notaba que esa paja no era como las que se hacía casa, era evidente, pero su mente estaba programada no para buscar su propio placer, sino sólo para obedecer. La voz de su Ama tenía una fuerza muy poderosa, y él hacía lo que le decían sin dudar, y sin pensar en su placer.

Luego le ordenó que siguiera masturbándose de rodillas en una esquina, mientras ella recogía un poco la sala. Le ignoraría, o al menos le haría pensar que le ignoraba. Eso sí, le dijo seriamente:

- Contrólate, no quiero que te corras aún, no he acabado contigo. Y si te corres, me enfadaré, y mucho.

Pasados unos minutos, unos largos minutos para el sumiso, porque desconocía el tiempo que ella iba a tenerle en esa postura, y no sabía si iba a poder evitar correrse como le había pedido Ama Silvia, ella le ordenó volver al centro de la sala. Mientras tanto Ama Silvia efectivamente había estado moviendo cosas como si estuviera colocándolas e ignorándole, pero al estar de cara a la pared él no pudo ver que ella estaba muy pendiente de como iba su sumiso para no hacérselo muy difícil.

Ahora, después de la fase de controlar su manera de masturbarse Ama Silvia quería añadir castigos, que la mente del sumiso uniera placer y castigo. Era una manera de condicionar y doblegar su mente, ella era quien le estaba domesticando, pero el sumiso aceptaba el objetivo sin quejarse.

Ella sacó un aparato que da descargas eléctricas, no dañinas, tampoco dejaba marcas, pero sí eran descargas intensas. Ama Silvia cogió unas medias viejas con las que tapó los ojos al sumiso.

- Puedes seguir masturbándote cielo, pero con las piernas muy abiertas y el culo en pompa.

Ella había sacado el aparato de forma que él no lo viera, se empezó a masturbar, y cuando sintió la primera descarga se estremeció, no se lo esperaba. Y así siguió un rato Ama Silvia, aplicándole el aparato en pezones, testículos, nalgas y donde pillaba. El pene del sumiso chorreaba flujo de placer.

Luego pasó a darle con una fusta, en el pene y testículos, para dificultarle alcanzar el orgasmo. El sumiso seguía con los ojos vendados, y ofreciéndole el culo. Al tener los ojos tapados el sumiso era más divertido para Ama Silvia porque el cuerpo del sumiso no se autoprotegía del golpe que le venía. Estaba a punto de correrse, y así se lo dijo a su Ama.


Ella le hizo tumbarse en el suelo. Se sentó en su cara, dejándole tapadas nariz y boca con su sexo. El sumiso olía la humedad íntima de su Ama y eso le excitaba mucho, no le importaba que su Ama a veces le dejara sin poder respirar, porque cuando respiraba respiraba aromas del sexo de su Ama y eso le ponía a cien. Ella le pellizcaba los pezones con dureza. El sumiso siguió masturbándose teniendo a su Ama en su cara. Nunca había estado tan cachondo y excitado, era muy intenso todo aquello. Cuando ella vio que el sumiso había pasado el punto de no retorno le ordenó que manos arriba, sin dejarle acabar, por lo que el orgasmo del sumiso fue un precioso orgasmo arruinado.

Acabaron, recogieron todo y comentaron lo bien que se lo habían pasado los 2 en aquella sesión, como ella le iba conociendo cada vez más, como le iba llevando a avanzar en su sumisión, y como ella iba poniendo en práctica cosas que le excitaban a ella y como ella iba viendo que cada vez tenía más poder y le dominaba más porque él confiaba en ella y cada vez se dejaba guiar por sus órdenes de una manera ciega.

El sumiso llegó a su casa, ya en la soledad de su dormitorio empezó a recordar lo bien que se había sentido en la sesión con su Ama, su pene se puso erecto de nuevo, y eso que hacía poco que se había corrido. Empezó a masturbarse recordando ciertos momentos de la sesión. Sólo había un momento que él habría hecho de otra manera, el final. Su Ama le había regalado un orgasmo normal. Él le había dicho ya en varias ocasiones anteriores cuando ella le preguntaba, que entendía que una sesión es desde el principio hasta el final, y que él ya se había hecho muchas pajas en su casa, y prefería que ella le hiciera como final feliz de la sesión una paja distinta, un orgasmo controlado, o humillado, o un arruinado, en definitiva que fuera un orgasmo Femdom también, que él entendía que el sumiso no tenía derecho a una paja normal, el sumiso no va a una sesión Femdom pensando en su placer, sino el de su Ama. Pero también es verdad que esa era su opinión, y no se le ocurría quejarse a su Ama de como lo había hecho, lo aceptaba. Él opinaba, pero la última palabra la tenía su Ama.

Por eso siguió masturbándose y al llegar al momento de la masturbación empezó a fantasear como le habría gustado que hubiera discurrido el final de la sesión:

"La sesión ya estaba llegando al final. Había sido muy intensa, como todas las sesiones con Ama Silvia. Y ella se había guardado una sorpresa para el final.....

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