La última cita

No hizo falta ponerse el despertador, apenas había dormido en toda la noche. Una noche dura, muy dura, muchas lágrimas.

Se levantó de la cama, no quería llegar tarde, deseaba ir con mucho tiempo para poder estar con él todo el tiempo posible en esta última cita con su sumiso. No era la primera relación que había tenido y que había acabado, pero si era la única que había acabado así.

Se metió en el baño, se quitó el pijama, se bajó las braguitas blancas de algodón que solía ponerse para dormir, se sentó en la taza del WC y hizo su primera meada del día. En ese momento se acordó de las veces que su sumiso había estado sentado en la banqueta del baño, feliz viéndola mear, y más feliz cuando ella le pedía que la limpiara con la lengua las últimas gotitas directamente de su coño. En el rato que ella se duchaba, él aprovechaba para ir a prepararle el desayuno: un zumito recién hecho, tostada con tomate y café, de cafetera, de los que huelen por toda la casa. A partir de ahora tendría que ser ella la que se tendría que limpiar después de hacer pis, y ella sería la que se iba a tener que preparar el desayuno. Seguramente no tomaría ya tostada ni zumo todos los días.

Después de desayunar fue de nuevo al baño, y de nuevo se acordó de su sumiso y de lo contento que se ponía cuando ella le dejaba estar arrodillado detrás de ella, en la puerta del baño. Le dejaba verla en bragas y sujetador, y verla también mientras ella se ponía las medias, mientras se maquillaba y perfumaba, y mientras se preparaba para salir. El olor de la colonia y del desodorante de mujer le volvía loco. Bueno le volvía loco todo lo que tuviera relación con ella. Su ropa, la exterior y la interior, los zapatos, las medias, su cuerpo, sobre todo algunas partes, los pies le ponían a cien.  Incluso le volvía loco ver como ella se ponía tampones y compresas los días que tenía la regla. Él era el encargado de que a ella no le faltaran productos de higiene femenina en esos días, y sabía sin fallar cuando le tocaba que le bajara la menstruación, y también sabía, y aceptaba, que en esos días ella podía ser más caprichosa e imprevisible que durante el resto de días.

En su honor, y para esta su última cita, se puso bragas y sujetador negro, por ser el color que a él más le excitaba, y por ... bueno, por eso. 

Cuando estuvo ya vestida cogió el abrigo y un bolso negro pequeño en el que metió el móvil, unos gelocatiles por si le dolía la cabeza, (ella estaba convencida de que hoy iba a tener que tomarse alguna pastilla), unos pañuelos, un pintalabios y algo de dinero. Se acordaba de una vez que ella le pilló mirándola el bolso a escondidas. Sabía que su intención no era robar, en absoluto, que lo único que el quería era ver el bolso de una mujer por dentro, era muy fetichista, todo él era fetichismo, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Eso tuvo el correspondiente castigo en sus nalgas, las tuvo rojitas varios días, era lo que ella tenía que hacer para educar a su sumiso, pero en el fondo ella no estaba enfadada, al revés, además de servirle de excusa para darle una buena zurra, vio lo que él la adoraba a ella.

Antes de salir de casa el Ama fue a coger un pequeño regalo que quería darle de recuerdo para que se lo llevara en el viaje y siempre se acordara de ella. Bajó a la calle, cogió un taxi y en seguida llegó al lugar de la cita. 

Fue a la sala donde estaba su sumiso y saludó a unos amigos que ya estaban allí. Ella sabía que en esta última cita no iban a estar a solas ella y su sumiso, era una despedida especial, y lo agradecía de corazón, necesitaba ese apoyo en este momento tan duro.

Mucha tristeza, muchas lágrimas. Habían sido 19 años de relación de Dominación Femenina, los 2 habían sido muy muy felices. Se habían compenetrado a la perfección. Ella había podido sacar su vena dominante, y él la suya de sumiso. Y habían conocido su cuerpo y su sexualidad con plenitud. Ella, entre otras cosas, le solía poner en castidad, y cada vez períodos más largos de meses, pero él siempre la decía que le compensaba mil veces las nuevas maneras de excitarse, de jugar con su sexo que había descubierto gracias a ella, de los cientos de pajas que ella le había impedido hacer. que también le compensaba saber que su esfuerzo le hacía estar muy orgullosa a ella. Y que verla contenta era más importante que los 10 segundos que dura el placer de una eyaculación.






Ella le había enseñado, le había domesticado a su gusto, en todo, en cómo hacer las tareas de la casa, en hacerle tener un buen nivel de aguante de dolor que le hacia quedar muy bien cuando alguna vez había tenido sesiones conjuntas con otros Amos o Amas. Le había enseñado a comerle el coño de la manera que más le gustaba ella y que le hizo llegar a orgasmos increíbles, intensos, muy numerosos en todos estos años y muy sonoros. Polvos también hubo, claro, pero a ella le gustaba más sentir su lengua que su pene en su interior. Ahora le iba a dar mucha pereza empezar de nuevo con otro sumiso.

Fue un palo cuando le diagnosticaron cáncer, pero él lucho con muchas ganas para superarlo y ella le ayudó todo lo que pudo. Le acompañó a todas las citas, a todos los tratamientos, y le cuidó en casa hasta el final, sin importarle lo duro que fue asearle y atenderle, sobre todo en las últimas semanas. Ahí ya no eran Ama y sumiso, eran una pareja que se amaba y que se quería. Pero eso no impidió que no dejaran de practicar casi hasta el final. Incluso alguna vez ella le dejó el culete marcado sabiendo que al día siguiente iba a tener una cita en el centro de salud, para que él se sintiera incómodo por si la enfermera le hacía desnudarse para hacerle alguna prueba y se lo veía. 

Pero al final ganó la enfermedad. 

En un momento en el que la sala del tanatorio estaba más despejada, ella se dirigió a donde estaba el féretro. Miró a sus amigos, estaban charlando y no estaban pendientes de ella. Sacó su regalo, se lo puso en la mano de él, y la apretó para que no se cayera. Así él siempre tendría cerca una de esas braguitas usadas durante 2 días que tanto le excitaba oler a él, con mucho aroma de ella.  

Comentarios

  1. Me ha encantado el relato. Muy conmovedor.

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    1. Gracias servus. El negro de una sesión Femdom y el negro del duelo por la pérdida del ser querido.

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