Fetichista oculto

Juan se dirigió al cesto de la ropa sucia y rebuscó una de las braguitas usadas que hubiera dejado allí su chica, Pilar. Llevaba ya tiempo haciendo esto, la cogía, la olía, se excitaba y alguna de las veces incluso se había masturbado con ella, teniendo cuidado de no mancharla con su semen.

Juan llevaba viviendo con Pilar varios años, y les iba muy bien, era una pareja que se compenetraba y que se entendía. Tenían sus peleas, como todas las parejas, pero cosas normales, más que peleas era diferencias de opinión. Y en la cama les iba bien, aunque a Juan le faltaba algo de morbo, algo de fetichismo, su chica era más tradicional, alguna vez se lo había insinuado, a ella eso no le hacía mucha gracia y él no había querido insistir. 

Decimos que hay que ser sincero en la cama con tu pareja, decirle lo que nos gusta, pero esos gustos más íntimos y personales a veces los dejamos ocultos y bien guardados en nuestra caja fuerte porque tenemos miedo de no ser correspondidos, o porque pensamos que tampoco es cuestión de forzar a la otra persona a hacer cosas que no le gustan.





Y Juan había encontrado esa forma de dar salida al fetichismo que le excitaba jugando con las braguitas o las medias de Pilar, aprovechando que él llegaba de trabajar un par de horas antes que ella, y tenía un precioso tiempo libre para no ser descubierto.

Con el tiempo Juan fue avanzando, y empezó a ponerse alguna de las braguitas usadas, las que Pilar tenía más usadas y dadas de sí, se las empezó a poner un poquito en las piernas, luego otras veces empezó a subírselas hasta las rodillas, y por fin un día incluso se puso entero un tanguita rosa de encaje muy mono de Pilar, y estuvo andando por la casa, y encantado de vérselo  en los espejos.

Le excitaba mucho los colores de la ropa interior de su chica, los tejidos, oler los aromas de Pilar que quedaban en las braguitas, ver las manchas de días normales y también las de los días de la regla.

Como seguía sin que Pilar le pillara se animó y dio un paso más, se fue al cajón donde Pilar guardaba sus prendas más íntimas limpias y cogió unas braguitas negras de transparencias con lunares que le gustaban mucho a Juan y se las puso un buen rato. Eso le excitó mucho también, eran unas braguitas muy sensuales.

Pero pasados unos días Pilar fue a coger esas braguitas, era sábado, habían quedado para cenar con otras parejas y se iba a poner un vestido negro con el que conjuntaba mucho esas braguitas. Después de ducharse fue a ponérselas y según se las iba subiendo por el muslo se fijó que tenían unas manchas blanquecinas en la zona delantera, una zona donde ella como mujer no solía manchar, y encima de un color distinto al que ella solía manchar. Cogió otras bragas y esa las puso en el cesto de la ropa sucia.


En los días siguientes empezó a estar más atenta a esos detalles en las bragas limpias que se ponía y empezó a ver otras braguitas que debían estar limpias y que tenían manchas similares, y para colmo vio también machas similares en bragas sucias. Empezó a sospechar que Juan usaba sus bragas para hacerse pajas.

Al principio eso le hizo enfadar. El problema era que ese tema no lo podía comentar con ninguna de sus amigas, ni con las que más confianza tenía, le daba vergüenza decirles que creía que Juan se ponía sus bragas cuando ella no estaba en casa. Su primera decisión fue gritarle que era un cerdo y mandarle a dormir al sofá, y llegó a tener ganas de dejar la relación por un tiempo. Pero luego pensó que debía pensarlo más tranquilamente antes de hacer nada, porque podía verlo como que Juan era un salido y un chico al que le gustaba travestirse, pero podía enfocarlo también como que él la adoraba mucho.

Empezó a mirar información por internet y llegó a webs de fetichismo que le hicieron pensar una idea para ver lo que sentía realmente su chico por ella y por sus braguitas.



En una noche en la que estaban follando, cuando el acto ya iba muy avanzado, cuando los 2 estaban a punto de correrse, Pilar cogió las braguitas que se había quitado y que había dejado cerca cuando empezó a desnudarse, le pidió a Juan que se saliera de su coño. Juan se quedó muy extrañado, ya estaba a punto de correrse, quizá no era el mejor momento para parar, y Pilar empezó a rozar las narices y la boca de Juan con sus braguitas. Ella vio que a Juan eso le excitaba mucho, que las quejas que había dado cuando le pidió que dejara de follarla se convirtieron en jadeos de mucha excitación, los ojos de Juan se cerraron, sus jadeos aumentaron, y Pilar empezó a masturbar a Juan con sus braguitas, y Juan se corrió enseguida y como nunca. Ella le cogió la cabeza y la dirigió a su chochete porque ella también quería correrse. 

Después de recobrar la respiración se miraron, los dos sabían que a partir de aquel día las cosas iban a ser diferentes.

- La próxima vez que quieras hacerte una paja con mis bragas me lo dices, ¿vale? 

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